Fue un día lleno de aprendizaje…
Aprendí que mi vecina solo toma leche de “vaca”, porque la que yo tomo no es leche es de caja, hasta el domingo pensé que tomaba leche de vaca y resulta que ahora tomo leche de cartón.
Aprendí a vivir con mi tortícolis, por tanto mirar por debajo de mis hombros al señor de seguridad del edificio, ya que por más que me esmere día a día en decirle, Sr. Miguelito, el se esmera en decirme “no señorita mucho formalismo, dígame joven… porque soy de seguridad, pero vigilante para los amigos”.
Aprendí porque las amas de casa se molestan cuando uno ensucia la casa después de que ellas con tanto esfuerzo lo limpiaron, porque mientras desempolvas las repisas se ensucian las alfombras, si sacudes las alfombras se ensucian las ventanas, si limpias las ventanas se ensucian los muebles, y si limpias los muebles se ensucian las repisas, y así es día tras día.
Aprendí que con un poco de agua tibia antes de comer tu almuerzo, elimina o reduce el sabor a quemado de cualquier carne, y para evitar que la vista nos recuerde que el pollo está quemado, solo hay que imaginarse que se nos pasó el sillao.
Aprendí que desde mi departamento puedo ver, desde que las amas de casa muy amorosas con ruleros en la cabeza despiden a sus hijos, hasta como el panadero coquetea a las empleadas de mi edificio, ah pero eso si una por día, y claro la del 7mo piso es la que gana porque siempre le toca los domingos.
Aprendí que mezclar chocolate, helado, caramelos, galletas, pastel y vino, provocan una subida de azúcar, por eso no hay que mezclarlo con vino.
Aprendí que mi vecina del costado es una mujer ambivalente y religiosa, y es que algunos días la he escuchado gritar (al amanecer y anochecer) “¡Por Dios, no mas, que duele mucho!” que obvio denota molestia, y en otras ocasiones ¡Dios, que bueno eres, si! que denota alegria
Aprendí que la vecina que del primer piso no vive con su abuelo, sino con su tercer esposo, pobre seguro busca una figura paterna.
Aprendí que no puedes meter toda la ropa en la secadora, porque sino tendrás ropa creada para un niño de 8 años.
Aprendí que si vas a ser infiel escóndete inclusive del perro, sino preguntémosle a la señora del 2do piso quien fue descubierta por su marido porque el perro le pasó el zapato del amante.
Aprendí que cuando peleas con alguien, es mejor solucionar con prontitud el problema, porque así te evitas perder su amistad, pero reconozco que un poco de picor hace rica una relación.
Pero sobre todo aprendí a pedir perdón, a decir te quiero, me gustas y aceptar mis errores (bueno no tanto)…
Aprendí que mi vecina solo toma leche de “vaca”, porque la que yo tomo no es leche es de caja, hasta el domingo pensé que tomaba leche de vaca y resulta que ahora tomo leche de cartón.
Aprendí a vivir con mi tortícolis, por tanto mirar por debajo de mis hombros al señor de seguridad del edificio, ya que por más que me esmere día a día en decirle, Sr. Miguelito, el se esmera en decirme “no señorita mucho formalismo, dígame joven… porque soy de seguridad, pero vigilante para los amigos”.
Aprendí porque las amas de casa se molestan cuando uno ensucia la casa después de que ellas con tanto esfuerzo lo limpiaron, porque mientras desempolvas las repisas se ensucian las alfombras, si sacudes las alfombras se ensucian las ventanas, si limpias las ventanas se ensucian los muebles, y si limpias los muebles se ensucian las repisas, y así es día tras día.
Aprendí que con un poco de agua tibia antes de comer tu almuerzo, elimina o reduce el sabor a quemado de cualquier carne, y para evitar que la vista nos recuerde que el pollo está quemado, solo hay que imaginarse que se nos pasó el sillao.
Aprendí que desde mi departamento puedo ver, desde que las amas de casa muy amorosas con ruleros en la cabeza despiden a sus hijos, hasta como el panadero coquetea a las empleadas de mi edificio, ah pero eso si una por día, y claro la del 7mo piso es la que gana porque siempre le toca los domingos.
Aprendí que mezclar chocolate, helado, caramelos, galletas, pastel y vino, provocan una subida de azúcar, por eso no hay que mezclarlo con vino.
Aprendí que mi vecina del costado es una mujer ambivalente y religiosa, y es que algunos días la he escuchado gritar (al amanecer y anochecer) “¡Por Dios, no mas, que duele mucho!” que obvio denota molestia, y en otras ocasiones ¡Dios, que bueno eres, si! que denota alegria
Aprendí que la vecina que del primer piso no vive con su abuelo, sino con su tercer esposo, pobre seguro busca una figura paterna.
Aprendí que no puedes meter toda la ropa en la secadora, porque sino tendrás ropa creada para un niño de 8 años.
Aprendí que si vas a ser infiel escóndete inclusive del perro, sino preguntémosle a la señora del 2do piso quien fue descubierta por su marido porque el perro le pasó el zapato del amante.
Aprendí que cuando peleas con alguien, es mejor solucionar con prontitud el problema, porque así te evitas perder su amistad, pero reconozco que un poco de picor hace rica una relación.
Pero sobre todo aprendí a pedir perdón, a decir te quiero, me gustas y aceptar mis errores (bueno no tanto)…
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